viernes, 5 de abril de 2013

Capítulo siete. La travesía de los primerizos.

  - No sabía que alguien pudiera llegar a tener tanta fuerza...-dije mirando por la ventana.
Estaba anocheciendo fuera mientras el tren seguía pasando por amplios campos vírgenes y hermosos.
La terrible historia que me acababan de contar Cloe y Eric, me había dejado sorprendida.
  -Con magia, todo es posible... O eso es lo que los muggles suelen decir-dijo Eric comiéndose un caldero de chocolate. Estaban terriblemente buenos y a pesar de que me lo aconsejaron, me había comido un gran surtido de chuches y además, a pesar de habermelo advertido Cloe y Eric, me arriesgue con las grageas de todos los sabores.
  - ¿Y porque nadie lo detuvo antes? ¿Porque tuvieron que esperar a ese tal Potter?-pregunté curioseando en el paquete de grageas.
Cogí una de color morado y la saboree con delicadeza.
  - Ummm.... Berenjena-dije con el ceño fruncido.
  - Suerte has tenido de momento-dijo Cloe echandose a reír y cogiendo una gragea con cuidado, observandola.
  - Nadie detuvo a quién-tú-sabes porque nadie era tan fuerte como el. Fuerte, poderoso, tenebroso e invencible-explico Eric.
Fruncí el ceño alzando los pies sobre el asiento, para acomodarme.
  -Suerte que ya no existe... Sino no podria ir a Hogwarts, ¿no?
Los dos se miraron entre ellos y asintieron con la cabeza, dándome la razón.
  -En ese caso... Lo disfrutare-dije achuchando a Nuts.
Este hizo su típico ruido gorgeante y siguió comiendo sus golosinas.
El día había pasado a gran velocidad, la larga historia del oscuro pasado mágico me había hecho pensar en la vieja historia del señor Ollivander.
¿Acaso todas las historias entre el bien y el mal en este mundo eran tan radicales? ¿Como podía alguien llegar ha hacerse tan malvado? ¿Como una persona podria dormir tras acabar con la paz del mundo y la vida de tanta gente?
Muchos dirían que al ser tan pequeña, no lo comprenderia. Pero, realmente dudaba que ni con once años ni con cien, llegaría a comprender ese tipo de locuras.
El barullo que se monto fuera del vagón mientras meditaba sobre la historia que me habían contado, hizo que Eric se levantará y se asomara por la puerta.
Un par de segundos después, volvió a meter la cabeza en el compartimento.
  -Estas pasando los mayores diciendo que nos cambiemos. Volveré a mi compartimento para cambiarme-dijo cogiendo un regaliz 'escalofriante' y abriendo la puerta del todo-nos vemos cuando lleguemos a la estación.
  -De acuerdo. Nos vemos luego-dijo Cloe despidiendose.
  -Hasta luego-me despedí.
Nos lanzo una última sonrisa y se fue cerrando tras de si.
Cloe y yo nos levantamos del asiento y abrimos nuestro baules para sacar nuestros uniformes y tunicas.
Nos cambiamos en silencio, ocultando la una a la otra el terror que teníamos de llegar a Hogwarts.
Una voz retumbo de repente en el tren.
  -Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevaran por separado al colegio.
Bueno, al menos no tendría que estar cargando con el baul por, a saber que colina, de hierba hasta llegar a mi futuro hogar.
Una vez cambiadas nos sentamos otra vez. De nuevo, avergonzada la una de la otra.
Estaba claro que sólo podíamos hablar si el extrovertido de Eric estaba con nosotras.
¿Como sería Hogwarts? ¿Sería bien recibida allí? Estaba claro que los Slytherin no me aceptarían. Nunca lo hacían, así que ni de broma acabaría en su casa. Pero claro... Ni yo misma lo sabía.
  - ¿Donde meteras a Nuts durante la cena? ¿Lo dejaras en su cesta?-Pregunto Cloe.
Fruncí el ceño y bajé la mirada hacia Nuts. Lo cogí y lo alcé hasta ponerlo a la altura de mis ojos.
  - ¿Te querrás venir conmigo? Tendrás que estar muy escondido y callado si lo haces-le advertí.
El tren estaba bajando su ritmo poco a poco.
Nuts se revolvio entre mis manos y se metió entre los pliegues de mi capa hasta encontrar el bolsillo interno donde se oculto.
Me eché a reír cuando asomo su pequeña cabeza por el cuello de la capa.
  -Mucho mejor ahí-dije rascandole la coronilla.
  - ¿Tienes pensado llevartelo a clase?-pregunto Cloe.
Me encogi se hombro y evite mirarla mientras acariciaba el hocico de Nuts de manera constante.
  -Desde que lo adopte hace un mes... No me he podido separar de el. Ha sido mi único amigo-dude un segundo-los demás niños me tenían miedo o no se acercaban porque creía que era rara. Mucho no se equivocaban ¿no?
Cloe fruncio el ceño ante mi sonrisa temblorosa y forzada.
  -A mi me gustas. Por muy rara que seas yo también lo soy-entonces me sonrio-podemos ser raras juntas.
Le sonreír agradecida. Una amiga, una de verdad, por primera vez tenía una amiga que me podía comprender y pasaba lo que yo pasaba.
  -Gracias Cloe-dije timidamente.
Ella simplemente se limito a sonreirme mientras el tren se detenía en la húmeda noche.
Sentía la sangre huir de mi rostro cuando todos comenzaron a desfilar por los pasillos.
Abrimos la puerta y salimos al pasillo. Allí nos llevaron entre empujones y bromas de alumnos mayores hasta el exterior.
Salimos a un pequeño anden, frío y oscuro. Se me pusieron los pelos de punta mientras Nuts olisqueaba desde la pequeña apertura que tenía para asomarse.
Una gigantesca lámpara apareció a un par de metros de nosotras, sobre todas las cabezas de los alumnos.
  - ¡Los de primer año! ¡Vamos los de primero! Más deprisa, venir aqui-gruñia una voz grutal por encima del barullo de los alumnos.
Me estremeci cuando, al acercarnos un poco, vi al portador de la lámpara.
Era un hombre gigantesco, dos veces más alto que un hombre normal y varias veces más ancho. Asustada, me sentí tan pequeña como una hormiga mientras nos miraba a todos entre una maraña de pelo encanecido.
  -¡Vamos niños! ¿Queda alguno de pri...? ¡Magnus! ¡Detente!-grito el gigante cuando un gran perro casi del tamaño de un poni se alejo de su lado y se lanzó a por los alumnos de primero.
Todos gritaron como locos y se alejaron, sólo fue cuando sentí a Nuts encogerse sobre si mismo cuando comprendí hacia donde iba.
Abrace mi pecho donde Nuts daba bandazos como un loco y plante los pies en el suelo.
Justo cuando el gran perro estaba a un metro, me protegi el rostro.
Los gritos asustados se cortaron y se sustituyeron por un olfateo frenetico.
Abrí los ojos ligeramente y me tope con la gigantesca cabeza del perro olisqueando mi pecho.
Un segundo después soltó un gruñido y me pegó un sendo lameton en la mejilla.
  - ¡Maldito cachorro! ¿Estas bien pequeña?-Pregunto el gigante agarrando al gran perro negro.
Asenti con la cabeza y me limpie las babas de la mejilla.
  -Sólo estaba curioseando. No me ha hecho nada-le asegure y alcé la mano para rascarle detrás de las orejas.
El gran perro cerro los ojos y con un ruido lastimero aporreo el suelo con la pata.
  -Está bien niñita. En ese caso....¡Los de primer año seguidme!-ordenó y se puso en marcha dando grandes zancadas.
  -Creí que te iba a devorar-dijo Eric acercándose con Cloe.
  -Que pena que no haya sido así ¿no?-le especte con una pequeña sonrisa.
  -¡No digas eso! Me he asustado-reconoció Cloe.
  -Estoy bien-les asegure.
Les di la espalda y seguí al gigante con los demás alumnos de primero.
Nos llevó por un camino embarrado por el que muchos nos resbalamos un par de veces. Me incluia en ese grupo, ya que por lo general solía ser bastante patosa en cualquier cosa que no fuera correr o nadar.
El sendero estaba oscuro, demasiado. Apenas veía más allá de un metro. Toquitee mi varita, sabía que había conjuros para iluminar un camino. Que pena que fuera seguramente entre las únicas que no conocía un embrujo propiamente dicho.
  -¡Preparaos! En menos de diez segundos vereis por vez primera Hogwarts-dijo el gigante gritando por encima de su hombro.
Seguimos su luz y se perdió por un segundo en una curva, al trasparsarla vi por primera vez Hogwarts.
De repente un gran alboroto se formó al ver el gigantesco castillo.
Sentí un cosquilleo en el estómago y un ardor en las yemas de los dedos.
El estrecho sendero desembocaba en un gran lago negro y algo tenebroso. Sobre una gran montaña, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas. Las ventanas tintilleaban y nos llamaban produciendo una sensación de calor y familiaridad que nunca había sentido.
  - ¡Subid en los botes! No más de cuatro en cada uno-ordenó el gigante.
Una larga fila de botes, estaban reposando en la orilla. Avanzamos hacia uno y nos sentamos en el.
Sólo estábamos tres.
Los grupos se hicieron muy pronto a excepción de un par de personas.
  - ¡Eh, tú! ¡La chica rubia!-grito Eric señalando a una pequeña chica de hombros caídos que observaba alejada de la orilla a sus compañeros.
La chica de palidas mejillas y pronunciadas ojeras nos observó sorprendida. Era bastante bonita. Con el cabello rubio platino liso hasta los hombros, rostro delgado y grandes ojos azules.
Su constitución era muy parecida a la mía. Aunque puede que ella pareciera más delicada, enferma en realidad.
  - ¡Vamos! Sube, corre-le instó Eric.
La chica con pies ligeros corrió hasta nuestro bote y se monto en el en total silencio.
  - ¿Estáis ya todos arriba?-Pregunto el gigante-¿Si? Está bien... ¡Adelante!
El grupo de botes se puso en marcha al mismo tiempo, al compas, avanzando con la marea y seguramente con magia.
  - ¿Porque no te has subido rápido a un bote? A poco te quedas en tierra-dijo Eric mirando a la chica rubia.
Está observó a Eric casi con terror en sus ojos azul turquesa.
  - No quería molestar-susurro con una voz frágil y delicada.
Además de esa pequeña conversación, los demás estaban callados como muertos.
La chica rubia parecía estar tan nerviosa que incluso temblaba como un chihuahua.
-Me llamó Clarie Wolf-dije en un susurro tan bajo que no pensé que lo hubiera oído a pesar de estar a unos centímetros de mi.
Sus ojos se alzaron y se clavaron en mi de una manera penetrante y algo apagada y triste.
  -Jera Lestrange-dijo en un susurro.
Sonrei dulcemente, para darle animos. Sabía perfectamente lo mal que se pasaba al estar entre desconocidos.
Vi un pequeño brillo en sus ojos apagados y eso me alegro.
  -¡Bajad las cabezas!-Ordenó el gigante mientras los botes delanteros alcanzaban un peñasco.
Todos agachamos las cabezas mientras una cortina de hiedra nos pasaba por encima y revelaba una ancha abertura en la parte delantera del peñasco.
Entramos en un oscuro túnel que provocaba una horrible claustrofobia y debía de pasar justo debajo del castillo.
Los botes se detuvieron al fin en una especie de viejo muelle subterráneo.
Nos bajamos del bote con la ayuda de Eric y a continuación comenzamos a subir rocas y guijarros ayudándose los unos a los otros.
Al reuinirnos todos tras bajar de los botes, subimos un pasadizo en la misma roca. Todos tras la farola del gigante, teníamos demasiado miedo para alejarnos.
Al acabar el pasadizo llegamos a un césped suave y humedo que nos permitió descansar de las resbaladizas rocas y acabar bajo la larga y protectora sombra del gigantesco castillo.
Subimos entre murmullos unas escaleras de piedra y nos detuvimos frente a una gigantesca puerta de roble.
El gigante alzó la gran manaza y golpeó tres veces con su puño la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario